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PRIMERA PARTE DEL REINADO DE ALFONSO XIII

Servicio Militar

1910.- «HIJO SORTEADO, HIJO MUERTO Y NO ENTERRADO»

La enorme diferenciación social existente en la España del siglo pasado era un hecho incontestable y uno de los aspectos más visibles era el sistema de reclutamiento. Imperaba el sistema de quintas, un procedimiento tremendamente injusto que regularizó Carlos III en 1770 dándoles un carácter anual. Consistía en sacar a suerte uno de cada cinco hombres para ir a combatir en un largo servicio obligatorio, pero ni mucho menos era igual para todos. Si eras adinerado no había problema ya que tenías dos formas de librarte: enviar un sustituto (“sustitución personal” que podía ascender a unas 1500-2000 pesetas) o el rescate (“redención en metálico”), es decir, pagar un dinero al Estado por librarse total o parcialmente. La situación de los quintos era muy dura no solo por la situación de guerra permanente (en el siglo XIX hubo más de 20 conflictos armados), sino por las enfermedades, la deficiente alimentación, el pésimo alojamiento… Como señalaba un refrán del siglo XIX.

“Hijo quinto y sorteado, hijo muerto y no enterrado”

En 1910 Canalejas, líder del Partido Liberal, y concretamente su ministro de guerra el general Luque reformaron el Servicio Militar. Pero esto no convertía a todos los españoles en iguales, nada más lejos de la realidad. Según las leyes de Canalejas todos los hombres harían el servicio militar pero podían escoger entre dos modalidades: soldados de cuota o soldados ordinarios. Los soldados de cuota pagaban al Estado una cantidad de dinero, así si la cantidad era de 1000 pesetas cumplirían 10 meses de servicio y si era de 2000 pesetas solo 5 meses. Los que no podían pagar, o sea la mayoría ya que 1000 pesetas era una fortuna en la época, tenían que cumplir tres años de servicio obligatorio. No era la única diferencia ya que los soldados de cuota ingresaban en un regimiento cercano a su casa y tras la instrucción, solo debían ir al cuartel los días que tenían guardia o endosárselas a un soldado pobre por unas pesetas. En cambio, los soldados ordinarios que no recibían sueldo alguno, eran enviados a zonas lejanas y en guerra donde el riesgo de morir era muy alto. La reforma de Canalejas mantuvo el espíritu clasista de las quintas dejando clara la diferencia entre los españoles.

La opción de comprar un sustituto fue abolida en 1912 y la de la redención en metálico durante la 2ª República. Por lo que se refiere al sistema de cuotas se dará por terminado con la Guerra Civil al movilizar ambos bandos a la totalidad de hombres disponibles.

Reinado de Alfonso XIII

Los 7 primeros minutos sirven para la Sociedad de fines del siglo XIX